
PUNTO Y APARTE//
A. DÍAZ//
En política, urge prudencia, razonabilidad, y, mesura//
No es ningún secreto que la política nace, dentro del proceso de sociabilización del ser humano. En un principio, se reunieron para protegerse mutuamente; así emergió la familia, donde ya hubo un guía, dirigente, gobernante.
Más adelante, varias de esas familias, se conformaron en tribus, para protegerse y ayudarse. Igualmente, necesitaron de un gobernante, un líder, un jefe. Normalmente, éstos, fueron escogidos entre los más sabios, los más ancianos, y/o los más fuertes.
Conforme crecía la población, gobernar; cada día fue más complicado para contener, las diferencias, envidias, celos, ambiciones de los miembros de aquellas tribus, ya sobrepobladas y alimentadas por otros grupos, con distintos intereses a los pobladores originarios.
Muchos ambicionaron gobernar y presidir dichos conglomerados, por lo que las sucesiones se tornaron conflictivas e incluso, violentas. Surgieron las guerras.
Para amainar el efecto de éstas, nació la Diplomacia, y luego la política, como una necesidad de los individuos de organizarse en miras a tomar decisiones, cumplir objetivos, llegar a acuerdos y facilitar la vida en sociedad resolviendo conflictos, fricciones y malos entendidos.
Al principio, las tribus más fuertes, se imponían a las más débiles. Empero, cuando los combatientes, tenían fuerzas equilibradas, las guerras de extendían, en perjuicios de los pueblos y habitantes.
Cuando las tribus se expandieron, hasta convertirse en ciudades, fueron necesarias leyes y códigos para rectificar un equilibrio que se rompía una y otra vez.
Se llevaron a cabo algunos tipos de gobierno que resultaron caóticos: Tiranos y déspotas que imponían leyes severas e irrazonables, coartando a la población. Jefaturas débiles que imponían un sistema de leyes que carecían de fuerza para mantener unido a sus pueblos.
En cualquiera de los casos, se produce la decadencia. Quizás por ello, Voltaire sostenía: “Nunca ha habido gobierno perfecto, porque los hombres tienen pasiones; si no las tuviesen, no necesitarían gobierno”.
En tal contexto, se hace importante y necesaria la política. Entendida ésta como el arte de conciliar intereses encontrados. Desde luego, “tropicalizada” y adaptada al entorno cambiante del siglo XXI, donde impera la globalización, y las nuevas tecnologías, incluyendo “las benditas redes sociales”.
Pues bien, vemos en nuestro país, que, en materia política, todo es blanco o negro, y no pareciera haber cabida para el neutral gris: O crees en lo que digo y hago, o estás en contra mí. Nuestro México parece radicalizado y lejos del justo medio, que recomendaba el famoso filosofo Aristóteles.
Ese justo medio, según él, es la recta razón que decide el hombre prudente. Es decir, es una posición intermedia entre el exceso y el defecto, el cual apunta al equilibrio entre las pasiones y las acciones; se debe elegir el término medio y no el exceso ni el defecto.
Basta revisar las redes sociales y las declaraciones diarias, de los políticos, de cualquier índole, para verificar que nos ganan las vísceras, en lugar de la razón.
Las “verdades” de ellos, pretenden ser únicas, universales, sin posibilidad de errores y sin que medie la prudencia, la mesura o simplemente, el sentido común. Si no las aceptas, entonces, estás en contra de ellos.
Así, vemos una guerra campal, entre simpatizantes y detractores, donde creen ganar los más groseros o ingeniosos. Llueven, a favor o en contra, defensas y ataques; tanto de gente de carne y hueso, como de simuladores, conocidos como troles y bots.
Nadie quiere darle al de enfrente, un ápice de verdad o razonabilidad, sólo es malo porque se opone a lo que yo creo o sostengo. Inútil, mostrar evidencias, aportar razones o deseos de lograr compaginar puntos de vistas.
Eres conservador o eres “chairo”. Incluso, entre ellos mismos, dentro de sus partidos políticos, hay fricciones y abiertas peleas. Cualquier opinión, es extrema o radical.
En síntesis, debemos recordar que la política nació para evitar los estragos de las primeras guerras o los extremismos de la lucha por el poder.
Pareciera, que se jubilaron los diplomáticos y los mediadores. Urgen conciliadores, que busquen acercar las diferencias, a través de los acuerdos y consensos. Aún es posible. Estabilicemos a la sociedad.
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